Durante más de cuatrocientos años, la civilización occidental ha elegido la ciencia como fuente de verdades y sabiduría sobre los misterios de la vida. Alegóricamente, podemos imaginar la sabiduría del universo como una gran montaña. Escalamos la montaña a medida que adquirimos conocimientos. Nuestro impulso para llegar a la cima de esa montaña está impulsado por la noción de que con el conocimiento podemos convertirnos en "amos" de nuestro universo. Conjura la imagen del gurú omnisciente sentado en la cima de la montaña.
Los científicos son buscadores profesionales, forjando el camino hacia la "montaña del conocimiento". Su búsqueda los lleva a las incógnitas inexploradas del universo. Con cada descubrimiento científico, la humanidad gana una mejor posición para escalar la montaña. La ascensión está pavimentada con un descubrimiento científico a la vez. A lo largo de su camino, la ciencia ocasionalmente encuentra una bifurcación en el camino. ¿Toman el giro a la izquierda o a la derecha? Ante este dilema, la dirección elegida por la ciencia viene determinada por el consenso de los científicos que interpretan los hechos adquiridos, tal como se entienden en ese momento.
De vez en cuando, los científicos se embarcan en una dirección que finalmente conduce a un aparente callejón sin salida. Cuando eso sucede, nos enfrentamos a dos opciones: continuar avanzando con dificultad con la esperanza de que la ciencia finalmente descubra una forma de sortear el impedimento, o volver a la bifurcación y reconsiderar el camino alternativo. Desafortunadamente, cuanto más invierte la ciencia en un camino en particular, más difícil es para la ciencia deshacerse de las creencias que la mantienen en ese camino. Como sugirió el historiador Arnold Toynbee, lo cultural, que incluye lo científico, se aferra inevitablemente a ideas fijas y patrones rígidos frente a desafíos imponentes. Y, sin embargo, de entre sus filas surgen minorías creativas que resuelven los desafíos amenazantes con respuestas más viables. Las minorías creativas son agentes activos que transforman “verdades” filosóficas antiguas y obsoletas en creencias culturales nuevas que sustentan la vida.
Ustedes son las “minorías creativas” o lo que me gusta referirme a ustedes como las Células Imaginales que están haciendo cambios en nuestro mundo. Cada uno de nosotros es "información" que se manifiesta y experimenta una realidad física. Integrar y equilibrar la conciencia de nuestra conciencia noética en nuestra conciencia física nos permitirá convertirnos en verdaderos creadores de nuestras experiencias de vida. Cuando impere tal entendimiento, nosotros y la Tierra tendremos una vez más la oportunidad de crear el Jardín del Edén.
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