Desde los Beatles hasta Jesús, los seres humanos hemos pasado los últimos 2,000 años escuchando y resistiendo el mensaje de amor. Quizás ahora que la ciencia se está haciendo eco de la sabiduría antigua a este respecto, podríamos realmente prestar atención al mensaje. ¿¡Sí!?
Gracias al paradigma actual del materialismo científico, la mayoría de nosotros creemos (si no conscientemente, que inconscientemente) que la vida es una carrera de ratas, una competencia feroz en la que solo los más aptos sobreviven. Sin embargo, la ciencia ahora nos dice que esta visión darwiniana está distorsionada. En realidad, los entornos sobreviven y evolucionan como sistemas. Todo lo que ayude a equilibrar ese sistema prospera, mientras que lo que no encaja no sobrevive. Por tanto, el verdadero principio evolutivo es la supervivencia del "más apto".
Somos todas y cada una de las células del cuerpo de un superorganismo gigante en evolución que llamamos humanidad. Debido a que los humanos tienen libre albedrío, podemos elegir entre elevarnos a ese nuevo nivel de emergencia o, a la manera de los dinosaurios, quedarnos en el camino. Nos guste o no, nuestro futuro depende de las decisiones que tomemos como especie.